Estos días circula por ahí, profusamente, un video realmente estremecedor, en el que dos niñas expresan su dolor, su temor y su incertidumbre vital ante la situación crítica en que viven incluida su, además, reciente orfandad. No cabe duda de que Gaza es hoy un escaparate impactante donde se muestra, en toda su crudeza, la maldad y la estupidez , tal vez sean una misma cosa, humanas. Y que las noticias, imágenes y reseñas que de ello surgen son cada vez más impactantes emocionalmente y más crudamente realistas. No obstante, y tratando de analizar la situación con frialdad, seguimos sin atacar las raíces de la cuestión. Las guerras siempre tienen, o suelen tener, un origen donde se detecta una situación injusta , que impele a un gobierno, una población o un grupo humano a utilizar la violencia para recuperarse. A menudo también, esa situación injusta es utilizada como disculpa para poder usar la violencia y obtener beneficios inconfesables. La humanidad podría plantearse también si la injusticia, en sí misma, justificaría la violencia de una guerra, donde la injusticia global suele multiplicar la original por un factor realmente incalculable. Como en el plano local, habría y hay ya parcialmente vía ONU un modo de racionalizar los conflictos, mediante la promulgación de leyes globales, acompañadas de medios coercitivos también globales, capaces de aplicar un código penal internacional a los responsables de la injusticia inicial, primero, y a los responsables de las guerras que se produjeran al margen del ese sistema penal global. En Gaza se produjo una acción grave e injusta en el ataque terrorista a Israel de Octubre. Los que deben ser penados en primer lugar son sus autores y promotores. Presentar a estos pobres niños y a los civiles de Gaza como principales víctimas, es solo una manipulación de la verdad global de la guerra, evitando presentar a los verdaderos responsables , ocultos ahora tras las penalidades de sus víctimas, rehenes, civiles, niños y mayores. Hablar solo de éstos, olvidando conscientemente a los promotores y a los artífices iniciales es solo una injusticia más de esta cadena de horrores que envilece aún más, si cabe, la historia humana del siglo XXI.