Me gustan la ciencia y la técnica, como a casi todos los humanos que han llegado a conocerlas. Ayer, desde mi butaca, veía una de esas películas actualizadas, de argumentos idénticos y personajes parecidos, utilizando armas y artefactos que hace solo unos años parecían mágicos , pero que hoy día, cada vez más, ya se parecen a nuestros entes automatizados y casi pensantes, como los vehículos sin conductor, robots cirujanos, armas sofisticadas e incluso a cosas tan cotidianas como ciertas butacas, o sofás, como quieran llamarlos, esos modernos artefactos capaces de detectar hasta si su usuario se encuentra cómodo o no , supongo que captando su incomodidad por sus movimientos involuntarios, modificando su propia geometría y su sistema adaptable… Resumiendo, todo ello apuntando a la difusión generalizada de la I.A., la inteligencia artificial, ese penúltimo invento del intelecto humano, que empieza a abrirse paso en el reino de la tecnología digital. No hay aparato, mecanismo o sistema que se precie, y eso va incluido en el precio, que no presente entre sus acreditaciones llevar un sistema o como mínimo un chip de I.A.
La I.A. pretende imitar lo que se supone que hace la inteligencia humana, capaz de utilizar axiomas, argumentos y demostraciones, intentos de prueba y error, etc, para alcanzar la que se supone verdad o lo que se supone rendimiento máximo. Además de todo ello , y ahí radica su ventaja sobre el humano, se supone que la I.A. puede modificar su propio cerebro electrónico, su hardware y software para adaptarlo a las exigencias del problema y así mejorar su eficacia.
Como se ve, estamos creando un perfecto* remedo de la inteligencia humana, e incluso intentando mejorarla, puesto que el futuro humanoide o sistema dotado de IA podrá modificar la disposición de sus propios circuitos cerebrales o similares, hasta adaptarlos al máximo rendimiento. Y entre sus muchas aplicaciones y solo por poner un ejemplo, propio, eso sí, de un día de invierno triste y nublado, y al hilo de lo que mi película nocturna me muestra, se me ocurre un presunto futuro robot soldado IA dedicado a lo suyo, la guerra ( y ya debe circular alguno en pruebas ), que podrá cambiar su esquema, su sistema y sus armas hasta lograr la máxima eficacia matando enemigos. Y la máxima eficacia es posible que la traduzca como destrucción total. Y si el robot IA carece de ética, religión y sentimientos reales humanos, nadie puede garantizarnos compasiones o perdones… Y así, probablemente, se encontrará el humano , sin comerlo ni beberlo ni esperarlo, con el peor asteroide de la historia, El hombre endiosado habrá creado su propio destructor. Y Dios no necesitará movilizar potestad alguna ajena a la propia humanidad , ni cambiar un ápice de ninguna constante física pera convocarnos a todos a su presencia. La probabilidad de que las cosas ocurran así es, seguramente, mínima, pero, por una vez , Cefas el pesimista ha predominado sobre el neutral. Sin embargo, confiesa, espera confiado que Dios no se lo tome como una sugerencia . Al menos en mi película, al final ganaban los buenos ( como suelen) , y el ejército robot se volatilizaba en una nube naranja preciosa que dejaba paso a una visión reconfortante de bosques y jardines , lagos y montañas ...
* Me permito esta nota, porque tengo entendido que, en algunos o muchos de estos sistemas, de I.A. de cierta complejidad, los propios fabricantes dejan de saber cómo funciona realmente su interior y qué funciones o modificaciones se realizan en el proceso, lo que parece alarmar en cierta medida sobre nuestra posible incapacidad para controlar realmente todos los pasos de estos sistemas , que podrían hacerse casi autónomos.