En un solo día, ayer o antesdeayer murieron en España hasta cuatro mujeres a manos de sus , como dicen ahora, parejas, palabra cuyo significado no es menor. Lo que antes fuera marido o esposa, o viceversa, mujer y esposo, ahora se ha convertido en un ambiguo pareja, que admite cualquier interpretación, la que se desee. Sin embargo es muy frecuente, sumamente frecuente escuchar, en el desarrollo de la información, la expresión ex pareja, que implica que el crimen está siendo cometido por algún ex sobre el otro ex. Ex contra ex. El contrato matrimonial, esa relación que nuestra especie ha venido respetando durante milenios se ve ahora , si no despreciado, al menos depreciado, al igualarlo, en derechos y libertades, a otros convenios entre humanos, a los que se les reconoce legalmente los mismos derechos y libertades que tenía la familia tradicional. Y aunque es necesario y laudable terminar con todo tipo de exceso en la relación conyugal clásica, hombre y mujer, es también probable que no pueda ser sustituida sin más y sin consecuencias , por otra u otras, que una autoasignada soberanía , poco ilustrada científicamente, decida crear y aprobar. Nadie puede negar la libertad de nadie, sin obviar la relación intrínseca entre libertad y responsabilidad, para formalizar un acuerdo o convenio de convivencia, siempre que no se contravenga los derechos y libertades de los demás o se atente contra el bien común, pero hay que ser cuidadosos, además de auténticos expertos en lo posible, a la hora de pretender modificar los principios y las normas básicas, tanto legales como naturales, específicas, propias de nuestra especie, y que la han llevado a la situación de éxito biológico de la que disfrutamos. Incluso lo mismo, biológicamente, podría predicarse de especies tan diferenciadas y exitosas como hormigas, abejas y otras muchas, cuyas normas naturales respetan necesariamente y que les permiten progresar en una naturaleza tan diversa como exigente. Trastocar el núcleo familiar en el que dos personas aseguran, en lo posible, la transmisión de la vida, y la subsistencia de su prole, por nuevos modelos en los que a menudo una sola persona, por decisión propia, asume el rol tradicional que cubrían dos, es, por lo menos, arriesgado. Y aún lo será más cuando los instintos naturales que facilitan la convivencia, como son el cariño conyugal, el maternal o paternal son asignados, por ley, a quienes no disponen, por naturaleza u otras circunstancias, de ellos. Y esa tarea legal en la que un nuevo cónyuge, casi siempre el hombre, aparece obligado a ejercer tareas paternales sobre niños ajenos, solo puede crear dificultades. En cierto modo, y ante la abundancia de crímenes machistas, diríase que en algunos varones humanos latiera oculto un instinto asesino semejante al del león que busca la muerte de los descendientes de su antecesor en la manada, para asegurarse la paternidad de sus propios genes... La abundancia de crímenes sobre la ex mujer y sus vástagos nos permitiría sospechar algo semejante ?. Y tal vez, la ley y sus castigos, no sean suficientes para evitarlo del todo y sea necesario cargar las tintas y los esfuerzos en varios caminos simultáneos: 1.- Legislar respetando los límites y normas biológicas naturales, escuchando obligatoriamente los consejos e informes de los científicos, colegios profesionales, padres y maestros, y evitando las situaciones contra natura, y 2.- Aplicando una educación contenida, científicamente probada y moralmente exigente, a las nuevas generaciones, de modo que las relaciones humanas entre sexos, se cimenten sobre sólidos saberes, valores inamovibles y compromisos vitales serios y, en lo posible, vitalicios.