Zoonosis o fuga, el virus del covid, en sus variantes actuales, sigue entre nosotros. Ayer, en España, alguien en una emisora de radio hablaba de una tasa de cien contagios por, creo, cien mil habitantes y, añadía, se había olvidado de esta forma de hablar, la que empleábamos en los años duros de la pandemia. Ahora vuelve a haber ingresos hospitalarios, aunque no en UCIS, pero está claro que el virus vive y se multiplica entre nosotros, en bares rebosantes, terrazas pobladas, autobuses y otros medios de transporte masivo, aglomeraciones humanas de todo tipo, como conciertos, congresos, fiestas... y nadie parece tomarlo en serio. Sin embargo, han vuelto a aparecer las mascarillas en nuestras calles y no estaría de más que algunas buenas costumbres adquiridas en la pandemia no se perdieran para tener que volver a recuperarlas a la fuerza. Se de un vecino que rehuye entrar en locales llenos de gente, y algún otro que recuerda que tiene una enfermedad autoinmune y está tomando precauciones. No es momento de pánico inútil, porque la vacunación, sin duda, está siendo eficaz, pero tampoco para olvidarnos , al menos, de los más débiles ante el virus, ancianos y enfermos de dolencias debilitantes.