Como nuestras capacidades sensitivas deben ser, forzosamente, limitadas, nuestro sistema corporal tiene que funcionar atendiendo a esa limitación. Habrá que suponer , así, que un dolor muy fuerte enmascare hasta la desaparición a otro más débil lo mismo que una gran luminosidad nos deja ciegos para divisar lo situado en la penumbra. Algo así, salvando las distancias, ,parece ocurrir con nuestra capacidad, al menos la mía, para valorar las guerras, las catástrofes, las miserias humanas en general. La guerra de Ucrania centró todo nuestro interés, hasta que la crisis de Gaza lo atrajo y, después, la ampliación al Líbano lo volvió a distraer. Hoy la prensa dice que varios soldados norcoreanos han desertado desde Ucrania, lo cual, de ser cierto, podría señalar nuevas complicaciones, y mañana, probablemente, nuevas noticias añadirán sal y pimienta al cóctel humano. Y mientras tanto, a diario, cientos de inmigrantes arriban, medio muertos de hambre, de frío y sed, a las costas de Canarias o el sur de Italia, a la vez que otros muchos mueren en el intento. ¿ Cómo atender, a la vez, tantas miserias superpuestas , tantas desdichas simultáneas , tanto horror ?. Conscientes de nuestra incapacidad para aportar soluciones milagrosas, los seres humanos solo tenemos tres posibilidades: la primera, la desesperación, sencilla de adoptar pero perfectamente inútil; la segunda, poner en marcha ese algo que no resuelve el problema pero que de alguna manera mejorará parcialmente el mundo, tal vez ayudando al vecino anciano a pintar su valla, acogiendo al viajero perdido en su camino, o escribiendo unas notas en algún foro que pudiera leer hasta el mismísimo Putin, Zelensky o alguno de sus consejeros o amigos; y la tercera, rezar, que es lo que solemos hacer cuando, agotadas las dos anteriores, seguimos viendo el horizonte negro y las esperanzas agonizando. En mi opinión, y haciendo autocrítica, creo que falta una cuarta: la suma de la segunda y la tercera, que en definitiva es la aplicación del refrán español que recomienda eso de "a Dios rogando y con el mazo dando" , que ruega a Dios como si la solución del problema dependiera solamente de El, pero a la vez se esfuerza en resolverlo como si dependiera de uno mismo. A ver qué padre no ayudaría a su pequeño cuando le pide que lo levante del suelo mientras se esfuerza, aunque sea torpemente, en ayudarse así mismo...