Llega el 20 de mayo de 2019 y nos comunican que a partir de hoy el Kilogramo, la unidad de Masa, ( aquí no nos complicaremos con el kilo fuerza) , ha cambiado. Teníamos, o eso creíamos, un sistema de medidas internacional que nos permitía emplear un lenguaje común cuando nos comunicábamos información sobre magnitudes diversas. Cuarenta Kilogramos eran la misma cantidad de masa aquí que en Sebastopol, gracias a que todos teníamos une referencia única y supuestamente estable, en París, un Kilogramo Patrón de Masa, cilindrito tamaño huevo de gallina, hecho de platino e iridio, y cuidadosamente custodiado. La masa, la longitud y el tiempo, ó junto con la fuerza, son magnitudes elementales con las que construimos casi todo nuestro mundo físico, al menos el medible. Pero resulta que la precisión con que ahora podemos medir es tan enorme que esos modelos , como el cilindro parisino , se nos quedan obsoletos. Así, ahora se sabe que en dicho cilindro se han perdido, evaporado, algo así como 50 microgramos ( millonésimas de gramo)* a lo largo de su existencia. Y se ha decidido que a partir de ahora, y en lo posible, todas las unidades de medida se referencien a constantes universales, esos numeritos sagrados de la Física y el Cosmos, que lo sustentan y rigen y que, parece , permanecen absolutamente fijas y constantes ( esto habrá que comprobarlo dentro de un par de milenios). Son cosas como la carga, la relación de masas entre partículas, y cosas así, que parecen inmutables ... De este modo, a partir de ahora, nuestro Kilogramo de toda la vida, se va a definir a través de la corriente eléctrica, y en definitiva de la carga del electrón y sus efectos, prescindiendo del modelo de París, que pasará probablemente a ser un objeto de museo. Pero, ojo, también nuestros antepasados, al crearlo, creyeron en la inalterabilidad, la estabilidad y la seguridad de un cilindro de platino e iridio encerrado, además, en una vitrina de seguridad bajo triple llave. Y estamos descubriendo que mientras lo admirábamos allí encerrado, pasivo y solemne, aparentemente quietecito y dormido, estaba perdiendo átomos metálicos, uno tras otro que, seguramente aprovechando sus tarjetas cuánticas, se largaban a vivir una nueva vida aprovechando los túneles cuánticos disponibles. Y así se han ido fugando hasta 50 microgramos, que parece poco pero que, si lo contamos en átomos, va a resultar un número casi tan largo como una de estas líneas. Y si no nos hubiéramos dado cuenta a tiempo del adelgazamiento, en unos millones de años nos quedamos sin patrón de masa.
* Para darnos cuenta de la masa que representa un microgramo, empecemos por tomar un gramo, que es la masa de un cubito de agua de un centímetro de lado. Cada lado, de un centímetro, tiene diez milímetros, y así nuestro cubito tendrá mil milicubitos de un milímetro de lado, cada uno con la masa de un miligramo, mil veces menos que el primer cubito. Con una buena lupa, examinemos uno de estos milicubitos de un miligramo cada uno y repitamos la operación, obteniendo ahora cubitos minúsculos , microcubitos, de una décima de mm de lado. Cada uno de ellos con la masa de un microgramo. Apenas una manchita, incluso vista con la lupa del abuelo.