Los japoneses, modestos y trabajadores casi siempre, han saltado estos días a la primera plana de la astronomía. Y no ha sido porque hayan descubierto algo nuevo, sino porque, fieles a su fama de tecnólogos seguros y punteros, han colocado un par de minúsculos robots en un pequeño asteroide ( una cuasiesfera de unos 900 m. de diámetro , la mayoría no son muy grandes, para fortuna nuestra), Ryugu, con el fin de estudiar su composición y, en el futuro próximo, traerse a la Tierra unas muestras de los materiales presentes en ese astro. La misión se denomina Hayabusa ( halcón) y su interés, aparte del lógico de probar sistemas y aparatos, consiste en conocer más a fondo los materiales con los que se construyó nuestro sistema solar. En efecto, se considera que los cinturones de asteroides contienen los restos de ese material inicial , precisamente el que no consiguió ser incorporado a los astros mayores, estrella central, planetas y satélites... Habida cuenta que esos materiales son átomos complejos, va quedando claro que nuestro sistema solar se ha formado después de que otras generaciones de estrellas los hayan ido fabricando en sus hornos nucleares … con lo que nuestro carbono, oxígeno , nitrógeno, fósforo, etc. son productos o residuos de una primera, segunda o tercera generación de estrellas después del Big Bang. Y dentro de cinco mil millones de años, mil millón de años más o menos, nuestro sol sorberá la Tierra en su dilatada esfera de gigante roja y acabará esparciendo estos átomos , que nos son tan queridos , por el espacio y, quién sabe, dentro de otros tantos años, pasarán a formar parte de otra generación de entes inteligentes que , a su vez, escriban cosas tan estúpidas como ésta, sin saber que antes las escribieron otros... Esta visión del cosmos , más o menos poética, pero triste y desoladora, es aquí solo un recurso literario, válido para ateos y afines, habitantes, según ellos, de un universo sin principio ni fin, sin origen ni destino, en definitiva, sin Dios. O un universo cíclico, según el modelo propuesto ahora , al parecer, por R. Penrose, interpretando ciertos signos del Fondo Cósmico de Microondas... viviendo, según esa teoría , otro ciclo más, el infinitésimo, de una existencia incansablemente repetida. Desolador.