Autor Tema: Los Sacramentos  (Leído 770 veces)

cefas

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Los Sacramentos
« : Octubre 05, 2021, 10:52:03 am »
Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de los signos sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino purifican e integran toda la riqueza de los signos y de los símbolos del cosmos y de la vida social. Aún más, cumplen los tipos y las figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del cielo. (Catecismo de la Iglesia Católica 1152)
Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia, Eucaristía Extremaunción, Orden y Matrimonio. aunque los católicos en general los conocen, creemos que no estará de más dedicarles un apartado especial.

cefas

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Re:Los Sacramentos
« Respuesta #1 : Octubre 05, 2021, 10:56:33 am »
Aunque el último de la lista citada , el Matrimonio es a menudo  uno de los temas recurrentes más importantes para el cristiano, máxime en tiempos como éstos en los que las fuerza anticristianas se esfuerzan por destruirlo.
He aquí un artículo muy interesante al respecto, que puede servirnos para entender mejor el sentido,  la extensión y la belleza de esta institución.
( De Infocatólica. com)
La institución del matrimonio
El que hombre y mujer estén llamados a sellar una alianza global de vida en la que la vivencia de sus relaciones sexuales es su rasgo más específico, da a éstas una marcada dimensión interpersonal y exclusiva a la vez que las sitúa en el marco de una fidelidad permanente.

Pedro Trevijano Etcheverria – 04/10/21 11:27 AM

El matrimonio arranca naturalmente de la tendencia al amor y perfeccionamiento mutuo que instintivamente sienten entre sí el hombre y la mujer. Es una realidad que implica directamente a dos personas en una relación heterosexual estable de amor mutuo que lleva a la unión íntima y a la comunión interpersonal. Amor, sexualidad y matrimonio están íntimamente conectados y relacionados.

Dice a este respecto el Concilio: «Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable.»... «Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él amó a la Iglesia y se entregó por ella. El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad» (GS, 48).

El hecho de que el Concilio nos hable del sacramento del matrimonio como alianza nos recuerda lo ya dicho en el Antiguo Testamento de cómo la Alianza entre Dios y el pueblo y matrimonio se iluminan mutuamente. La alianza matrimonial, que compromete a ambos esposos en un destino común, realizada responsablemente por los cónyuges ante Dios, la Iglesia y la Sociedad, es imagen y manifiesta la alianza de amor de Dios con los hombres, por lo que supone la fe; así como la alianza del Dios siempre fiel con los hombres manifiesta cómo ha de ser la alianza sacramental, convirtiéndose así en el ideal de cómo ha de vivirse esta realidad humana y sobrenatural. El amor, o es comprometido y definitivo e incluye una fidelidad a la persona con la que te unes para formar una vida en común, o no es amor. El que hombre y mujer estén llamados a sellar una alianza global de vida en la que la vivencia de sus relaciones sexuales es su rasgo más específico, da a éstas una marcada dimensión interpersonal y exclusiva a la vez que las sitúa en el marco de una fidelidad permanente. En todo caso, la unión definitiva de un hombre y una mujer en la alianza conyugal corresponde ante todo a la naturaleza humana y a las exigencias inscritas en ella por el Creador.

Hoy está bastante claro en la reflexión teológica que, para la institución de un sacramento cristiano, no es imprescindible la institución material y formal del sacramento. Cristo quiso a la Iglesia como sacramento primordial de su presencia salvífica en el mundo y ella actualiza la salvación de Cristo en las diversas situaciones de nuestra vida, especialmente por los siete ritos principales. Cristo y la Iglesia asumieron los sacramentos «creacionales» que ya indicaban una referencia a Dios, y los colocaron en una referencia especial con el misterio cristiano. De sacramentos de Dios pasaron a ser sacramentos de Cristo, no tanto porque Cristo mismo los haya instituido, sino porque fueron conectados con su acción salvífica.

No nos extrañe por ello que no haya acuerdo entre los teólogos sobre el momento concreto de la institución del sacramento del matrimonio. Hay quien piensa que fue cuando con su presencia alegró y bendijo las bodas de Caná (Jn 2,1-11); o bien cuando proclamó nuevamente la unidad e indisolubilidad del matrimonio (Mc 10,2-9; Mt 19,3-9); o tal vez en los cuarenta días después de la resurrección, cuando hablaba a los apóstoles del reino de Dios (Hch 1,3), quedando posiblemente confiada a san Pablo la promulgación del nuevo sacramento (1 Cor 7,1-7; Ef 5,22-33).

Es posible igualmente que, si bien Cristo quiso hacer del matrimonio un signo eficaz de gracia, no manifestase de modo explícito su voluntad, dejando a la Iglesia tomar conciencia de ella gracias a una serie de hechos que se completan e iluminan mutuamente, como su presencia en Caná y la revelación por san Pablo de la significación simbólica misteriosa del matrimonio (Ef 5,22-33).

Es este texto de Efesios el principal fundamento escriturístico de la sacramentalidad del matrimonio, si bien no hay que exagerar su fuerza probativa, pues la actual exégesis bíblica coincide en afirmar que no se puede deducir de él el concepto que fue elaborado muy posteriormente de sacramento, y el propio concilio Tridentino solamente nos dice: «Ahora bien, la gracia que perfeccionara aquel amor natural y confirmara la unidad indisoluble y santificadora de los cónyuges, nos la mereció por su pasión el mismo Cristo, instituidor y realizador de los venerables sacramentos. Lo cual insinúa (innuit) el mismo Pablo cuando dice: «Varones, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella»(Ef 5,25), añadiendo seguidamente: «Este sacramento (mysterion), grande es, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia (Ef 5,32)» (D 969; DS 1799).

deneb

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Re:Los Sacramentos
« Respuesta #2 : Enero 17, 2022, 05:55:53 am »
Hace unos días me confesé, ya saben, el Sacramento de la Penitencia, o del Perdón, en el que uno confiesa al sacerdote, ministro del sacramento, sus pecados, y se le perdonan, si media arrepentimiento y voluntad de remediar daños y perjuicios, naturalmente. Llegado al final, pregunto al sacerdote si me ha asignado penitencia, que suele ser alguna oración o acto con los que remediamos los daños colaterales, dicho en lenguaje moderno, porque no recuerdo ese detalle... Me contesta: ninguna, es gratis. Pregunto ¿ Alguien conoce a un Dios mejor que el que nosotros adoramos ?. En un mundo repleto de gentes pìdiendo venganza disfrazada de justicia, y justicia que suena a venganza, nuestro Dios nos habla de perdón, y lo pone a nuestra disposición en cada pequeña iglesia de nuestro atormentado mundo. ¿ Acaso nadie de los que gritan pidiendo justicia lo necesita ?. Si todos obráramos con justicia, dejaríamos de oir peticiones de venganza. Y si todos usáramos el perdón, tampoco. Perdonemos, me too.

cefas

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Re:Los Sacramentos
« Respuesta #3 : Julio 26, 2023, 11:56:24 am »
Para quienes, conscientes de la presencia del pecado en sus vidas, se preguntan cómo deshacerse de él con eficacia y rapidez, máxime en tiempos en los que encontrar un sacerdote es a veces complicado, traemos hoy al foro un artículo de Pedro Trevijano sobre la atrición y la contrición, dos actitudes relacionadas con el perdón de Dios. Recordemos que la contrición consigue el perdón incluso antes de acudir al sacramento de la Penitencia, antes de confesar nuestros pecados ante un sacerdote:

de INFOCATÓLICA. COM

CONTRICIÓN Y ATRICIÓN
Son dos palabras clave para entender lo que significa el sacramento de la Penitencia. Veamos lo que significan:
1) La contrición reconcilia al pecador con Dios, incluso antes de la recepción del sacramento. La razón es clara: quien posee la contrición, posee la gracia santificante, el amor de caridad y tiene su opción fundamental puesta en Dios.
2) La atrición no justifica antes de la recepción del sacramento, debido a que todavía no posee el amor de caridad ni tiene su opción fundamental puesta en Dios.
3) Basta la atrición para acercarnos al sacramento de la Penitencia. En caso contrario sería necesaria la contrición que justifica al pecador antes de la recepción del sacramento y éste sería prácticamente inútil, pues absolvería siempre a los ya perdonados.
4) El pecador con uso de razón necesita la contrición para justificarse, pues la justificación supone el amor de caridad y la gracia santificante.

5) En consecuencia, si basta la atrición para iniciar la confesión y es necesaria la contrición para obtener la justifica­ción, podemos concluir que el efecto de la absolución sacramental es infundir la gracia necesaria para que el atrito pase a ser contrito.

6) Hay que tener cuidado en no dar la impresión de que la confesión puede favorecer la falta de contrición, sino poner en primer plano el carácter sacramental del perdón de los pecados y la fe en la acción redentora de Cristo.

7) El paso de la atrición a la contrición es análogo a lo que sucede en un proceso de enamoramiento. Lo primero que se busca es lo que es bueno para mí («esta chica puede hacerme feliz»; conveniencia para el hijo pródigo de volver con su padre). Posteriormente la acogida bondadosa nos hace buscar lo que es bueno para el otro («esta chica merece que yo la haga feliz»; lógico agradecimiento del hijo pródigo con su padre). Está claro que el primer tipo del amor es imperfecto y el segundo muy diverso y mucho más perfecto.

8) Recordemos que las palabras contrición, opción fundamen­tal buena, santidad, gracia santificante, temor filial y amor de caridad son equivalentes y todas ellas hacen referencia a la persona en gracia.

La contrición supone por parte de Dios la concesión de su gracia, y por parte del hombre «es un dolor del alma y un detestar del pecado cometido con propósito de no pecar en adelante»(DS 1676; D 987). La contrición no puede decirse completa sin la celebración del sacramento de la Penitencia, porque tiende ontológicamente hacia ella, como máxima expresión de todo el proceso de conversión y reconciliación, y es que la conversión hacia Dios no se realiza sólo con el compromiso de reconciliación con los hermanos, sino que el proceso de conver­sión debe llegar para ser verdaderamente realizado hasta la celebración sacramental.

La contrición cristiana supera al remordimiento, en cuanto lleva consigo una apertura y una esperanza en Dios. Es una respuesta al ofrecimiento de gracia por parte de Dios y por ello se orienta hacia el futuro, hacia una nueva relación de amistad con Él. El pecador que se arrepiente sincera­mente ya está bajo la acción del perdón divino, habiendo reconocido siempre la teología la contrición perfecta como el elemento decisivo para el perdón de los pecados. La fe nos hace ver la malicia del pecado y también el amor misericordioso de Dios, en todo momento dispuesto a acogernos. .

La conversión pertenece a ese tiempo intermedio en que vivimos, en que podemos decir con verdad del Reino de Dios que se nos da «desde ahora», pero «todavía no».

Ahora bien el «todavía no» nos indica que, aunque el Reino de Dios y la salvación ya estén iniciados, vivimos en un mundo no santo, donde el poder del mal todavía enseñorea, aunque esté fundamentalmente derrotado gracias a Cristo. Por ello la conversión nunca se acaba, sino que ha de continuar hasta la muerte. En consecuencia debemos distinguir entre conversión primera, que corresponde a la justificación y supone el reordenar la vida de acuerdo con la opción fundamen­tal buena, perdida por el pecado, y conversión segunda ocotidiana, que correspon­de al esfuerzo que debe hacer todo creyente para ir superándose y realizar lo que entiende es el plan divino sobre él, conver­sión ésta continua y sin fin que nos lleva a crecer en la virtud y luchar contra las malas inclinaciones, teniendo la educaciónreligiosa en este punto un importante papel que realizar, tanto para quien la recibe como para quien la da, por la importancia que tienen nuestras convicciones en nuestro modo de actuar.
Podemos hablar también de una neoconversión radical, como la de una persona, ya entregada a Dios, pero que en un momento determinado, como pueden ser un retiro o unos ejercicios, penetra más a fondo en el significado de su opción por Cristo, siendo su vida posterior expresión de este su más profundo acercamiento a Dios. Ésta sería una nueva conversión, pues esta persona sería el hombre nuevo paulino.
24/07/23 4:25 PM
Pedro Trevijano, sacerdote