Estos días se celebran, en muchos lugares tradicionalmente cristianos, los carnavales. Se supone que comienzan el jueves anterior al miércoles de ceniza que este año de 2023 es el 14 de Febrero, que se denomina jueves lardero. Pues bien, anoche. tarde del sábado, se celebraba en mi ciudad un desfile de disfraces carnavalescos y a las puertas de la catedral, a punto de entrar a la misa vespertina, me crucé con un trío de disfrazados, uno de los cuales portaba una gran cruz de plástico espumoso, remedando, por sus palabras, a Cristo. Es relativamente frecuente, estos días, encontrar por la calle a gentes disfrazadas con simbología y vestimentas clericales, llevadas con más o menos desvergüenza , lo que es un claro síntoma de la descristianización reinante, al menos en apariencia... Confieso que una de las ideas que han cruzado mi cabeza es la de recomendar al sujeto que el año próximo probara con un disfraz de Mahoma, a ver qué tal le iba la fiesta, pero dadas las circunstancias de este país, donde hay a menudo iniciativas legislativas para que sean permitidas todo tipo de burlas y rechazos a religiones y autoridades, poco se puede añadir. En ese panorama, con miles de personas bailando disfrazadas en las calles y sólo unos pocos cientos rezando, uno se pregunta , entre otras cosas, si el cielo va a estar medio vacío de representantes de las generaciones actuales... pero esta mañana, al levantarme, una idea inesperada, como un telegrama repentino, ha iluminado la escena: Tal vez Dios esté llenando el cielo con los niños abortados, cientos de miles , millones... ? Nunca el mundo masacró a tantos seres humanos inocentes, tampoco lo hizo con tanta indiferencia y jamás se atrevió a llamarlo un derecho. La Divina Providencia, que administra y resuelve todo con infinita sabiduría hará lo que, como dicen los documentos humanos, proceda en cada caso. Y cuando lo sepamos, alabaremos a Dios, que todo lo hace bien.