En las orillas de la acequia de mi huerto crecen, todavía, muy diversos árboles y arbustos. Y a su sombra y bajo su protección, enjambres de pájaros desarrollan sus pequeñas y agitadas vidas, a menudo lejos de nuestra observación. Algunos destacan por la calidad de su canto, como el modesto, por su plumaje, ruiseñor, sin duda el rey del canto de nuestros campos. Cuando descanso, al caer la tarde, a la sombra del gran peral, en primavera, haciéndome el dormido bajo mi gran sombrero de paja, suele confiarse y a menudo busca su comida en el suelo de hierbas no demasiado lejos de mis zapatos, sin mostrar ningún temor por mi presencia. Luego, siempre oculto entre los arbustos de las orillas, nos obsequia , a su hembra y a mí, con una inacabable sinfonía de gorgeos y trinos, arpegios y silencios , ultrasónicos dicen, a menudo hasta bien entrada la noche. Delicioso.
Pero el otro día, apareció un rival. Sé cómo se llama, porque es un viejo conocido, pero hasta ahora se mantenía en un discreto segundo plano musical, como violín segundo, sin más aspiraciones. Esa mañana estaba yo como de costumbre, trabajando entre mis plantas y él, como hace a menudo, canturreaba sus trinos y silbidos en alguna rama próxima , aderezando cada cereza engullida , supongo, con un silbido de satisfacción...
De pronto, el pequeño milagro. Cantó, claras y distintas, las notas musicales de una pequeña melodía de procedencia ignota, tal vez aprendida en alguna fiesta nocturna que le desveló o por casualidad o, quién sabe, grabada desde eones en su código básico, algo así como su memoria ROM. Y allí estaba, clara y sencilla, con un aire un tanto extraño para nuestro gusto musical actual, algo misteriosa y campestre, como un tema de una sinfonía pastoral : sol do, sol do mi la sol, traducida a mi lenguaje humano. Exactamente con la relación de frecuencias de nuestra escala musical. Preciosa casualidad, pensé, pero ¿ solamente casualidad, azar, probabilidad, esas cosas que hacen posible lo improbable?.
Pero algo más tarde y desde un árbol más alejado, entre las otras melodías puramente pajariles de su repertorio, repitió, limpiamente su tema : sol do, sol do mi la sol. Y así durante todo el día más cerca o más lejos, repitió su mensaje, sin olvidar una nota ni repetirla, exacto.
La toco en mi teclado y queda bien, correcta, algo extraña, pero bien. Algo parecido a un toque de corneta militar llamando a formar...
Ayer o anteayer, también en mi huerto, volví a oírlo. Ahora la melodía seguía allí pero me pareció que se había añadido una nota más al comienzo, no estoy muy seguro, tal vez un mi… mi sol do sol do mi la sol .
He avisado al ruiseñor para que sepa que tiene un rival. Un rival mucho más robusto, de voz tal vez menos armoniosa pero impresionante. Lo mismo que él, no luce adornos ni hermosos colores, tan solo se permite un detalle elegante en su librea oscura, casi negra: un hermoso pico amarillo anaranjado, como si llevara siempre un precioso grano de maíz en él . Es un mirlo. Canta peor, pero ha añadido la proporción y la matemática a su canto ordinario , mezcla de trino y silbido . Y eso , a la larga, puede traer consecuencias inesperadas en el campo de la competencia sonora , amigo ruiseñor .