Reflexionaba yo, en esta mañana nublada y fría de mayo, sobre la brevedad de toda vida humana... ¿ Qué son hasta ochenta los años, comparados con la inmensidad del tiempo universal, esos trece mil millones de años transcurridos desde el Big Bang ?. Y de pronto , me he preguntado: Vayamos célula a célula, ¿Cuánto tiempo de vida celular atesoraría un humano en ochenta años de vida?. Me respondo: el humano tiene como treinta billones 3x10E13 de células, y de ellas un 80% son glóbulos rojos, 24 billones, que viven unos120 días... un tercio de un año, por resumir. Si son 24 billones, asignando un tercio de año a cada uno, los años vividos por semejante tropa celular serán ocho billones de años en su conjunto, o sea que sólo sumando las vidas vividas por los glóbulos rojos ya obtenemos un tiempo total que excede en muchos órdenes de magnitud, el tiempo total que se le supone al mundo material. Somos pequeños, pero a la vez inmensos. Todo depende de qué y cómo lo midamos. Y una vez llegados a este punto de inmensa magnitud, el número más enorme que se me ocurre es calcular el total de las partículas o hasta cuántos que existen en el universo, una vez sumados todos los referidos a todas las magnitudes y entidades existentes. Aunque resulte enorme, con nuestra notación exponencial no creo que haya problemas. Si hay alguien interesado en perder ( o no ) el tiempo en estos cálculos alocados, sería interesante saber, al menos, de qué órdenes estamos hablando o escribiendo. Me ronda la mente un 10E80 como número de partículas del universo pronosticado tal vez por Dirac, pero también hay otros enormes números, muy diferentes, circulando... Y pasando ahora a un plano metafísico: si un humano corriente puede pensar números tan horribles, ¿ acaso podemos plantearnos siquiera algunos de los que pueda pensar Dios ?. Ahora que el JWeb ha ensanchado los límites del universo, podemos suponer o imaginar que su tamaño sea tal que exceda lo que nuestra capacidad de cálculo o expresión sea capaz de significar, o sea que no tengamos suficientes ceros o papel donde expresar su tamaño. Y quedarnos tan tranquilos, porque además, colocados ante lo infinito, cualquier finito, por enorme que nos parezca, apenas roza la sombra del borde de su túnica...