Estos días, por razones que no interesan, estoy viviendo en un pueblecito español , de los muchos de los que la vida moderna ha sacado la juventud y dejado la ancianidad, que malvive, austera, en medio de la soledad de sus calles y plazas. Como era, aún es, domingo, he asistido a la , única, misa dominical. Los domingos de verano, al pueblecito acuden cientos de visitantes, los hijos y nietos , amigos y conocidos de los ancianos residentes, doblando, triplicando y multiplicando por diez, a veces, la población del resto de la semana. Pues bien, este domingo, en la pequeña iglesia donde se acomodan, cómodos, algo más de cien feligreses, éramos catorce los presentes, dos hombres y el resto mujeres, todos mayores . Ningún joven , ningún niño. El celebrante, un sacerdote joven que atiende media docena de parroquias rurales como ésta , ha reconocido, en su homilía, esta situación, triste, que está llevando a la iglesia en muchos lugares, a posiciones agónicas, por el abandono de la fe y las prácticas cristianas por buena parte de la sociedad, abandono alimentado estos tiempos por los escándalos que actualmente son primera plana en muchos medios de comunicación, y por los que el Santo Padre no deja de pedir perdón.. Curiosamente, en el evangelio de hoy, Cristo percibe que las gentes empiezan a abandonarle y pregunta a sus discípulos "Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».Simón Pedro le contestó: «Señor, a ¿quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Juan 6, 60-68. El celebrante aclara que la Iglesia, con todas las virtudes y defectos de sus miembros, puede parecer a veces a algunos un canal defectuoso, ruinoso, un caño roñoso , textual, lleno de defectos y corrosiones, pero que es el elegido por Dios mismo para que a su través lleguen a nosotros las enseñanzas de Cristo. Sin ella, sin la Iglesia, la Buena Nueva no hubiera llegado a nadie, pues Cristo transmitió sus enseñanzas sin escribirlas. Pero es que, además, las campañas antiiglesia son continuas en este tiempo, por parte de los gobernantes de algunos de los medios de comunicación. No es difícil adivinar cuál es la noticia estrella estos días en la televisión pública de este país: los escándalos sexuales de los curas irlandeses, la visita del Papa a Irlanda , las disculpas del Papa, las declaraciones del Papa y las respuestas del jefe de gobierno irlandés... lo demás, la economía, la educación, la salud, parecen asuntos secundarios comparados con los casos de pederastia eclesiástica , los robos de niños en hospitales regidos por monjas y cualquier otro tema que pueda apuntar en la misma dirección. Parece prohibido o fuera de lugar reconocer a la Iglesia sus valores, sus obras de caridad, su trabajo con los pobres y desheredados, los países de misión, la cultura , la ciencia y la educación, y obligado resaltar los aspectos más negativos de la vida de sus fieles y sobre todo de sus pastores . Los aficionados a la Historia empezamos a vislumbrar , temerosos, un país que está volviendo a soltar los demonios que lo llevaron, hace casi un siglo, al abandono de los principios cristianos , primero al desprecio y después al odio hacia el cristianismo y sus valores, posteriormente a la violencia hacia la iglesia en sus fieles y jerarquía y, finalmente, a un monstruoso conflicto de muerte y destrucción.