La eugenesia es una teoría o más bien una filosofía social que busca mejorar la especie humana interviniendo en los procesos naturales de reproducción y selección ( no añado y de muerte para no herir sensibilidades).
La clave de esa definición, parcial como casi todas, puede estar en la palabra mejorar. Cada ideólogo de la eugenesia describirá una o varias supuestas mejoras que, queriéndolo o sin querer, reflejarán su propia visión de la humanidad, su historia y sus esperanzas. No tenemos que ir muy lejos en el tiempo para encontrar ejemplos notables de eugenésicos peligrosos y activos... aunque tal vez los nazis sean los más reconocibles.
No es que el coronavirus sea un factor eugenésico en sí mismo, aunque todos los factores biológicos que interactúan con una especie colaboran, cada uno según su naturaleza, a modelar, a medio o a largo plazo, más o menos, las características de la especie a la que afectan, mejorándola o dañándola. Nuestro coronavirus actual, hasta ahora natural y no artificialmente creado, lo hace actuando con una predilección especial por los ancianos. De hecho, las víctimas clásicas de esta pandemia son , por ahora, humanos en su tercera edad, y el promedio de edades de las víctimas, así como de los afectados de mayor gravedad parece rondar los sesenta años, al menos en el sur de Europa... Solo en España, han fallecido unos veinte mil ancianos. Esto puede parecer natural, ya que los ancianos, por efectos normales de la edad, suelen presentar menos defensas y más complicaciones sanitarias, que facilitan la mayor gravedad de cualquier patógeno. En este sentido, el coronavirus covid19 parece especialmente eficaz en eliminar ancianos, dejando sin efectos dañinos notables al resto de la población. Esta eficacia es la que puede llevar a algunos mal pensados a sospechar que pueda tener un origen artificial, destinado y diseñado para rectificar en la especie humana los problemas que pudieran aparecer con la mejora sustancial y artificial de la esperanza de vida y la salud. En estos momentos, la esperanza de vida en Occidente alcanza los setenta u ochenta años, de modo que, a partir de los sesenta y cinco o setenta, las personas sobreviven mayoritariamente a cargo del Estado o de los regímenes de pensiones que deben soportar y sustentar el resto de la población, los ciudadanos laboralmente activos. Visto desde un punto de vista exclusivamente económico,la pirámide de población engorda en la zona de más edad sin aportación de trabajo productivo ( bienes y servicios). Sin otras valoraciones, y hay gente incapaz de hacerlas, surgen de vez en cuando comentarios al respecto que señalan al virus como un posible corrector aleatorio, natural y espontáneo de esta situación, aunque nos sea especialmente difícil valorar esta espontaneidad o aleatoriedad.
Es más, continuando por esta misma vía imaginaria , la prevalencia de la tecnología y la creación de máquinas cada vez más eficaces y autoorganizadas, podrían llevar a la humanidad a un estadio de inutilidad laboral ya previsible, donde la actividad humana fuera innecesaria para la obtención de alimentos y bienes materiales, que proporcionarían íntegramente las máquinas, así como los cuidados y aplicaciones sanitarias. En ese momento, la necesidad del trabajo físico humano desaparecería. Incluso algunas tareas intelectuales o de desarrollo podrían ser responsabilidad de una I.A. hiperdesarrollada, relegando a los humanos a la función de meros espectadores y consumidores, con lo cual, los teóricos eugenésicos del momento deberían ser cuidadosamente controlados...y la eugenesia podría ser, de nuevo , sobre todo para los nazis de ese período, otra vez la gran tentación.
Pero si en este panorama sombrío, propio del ateísmo rampante del momento, incluimos la idea de un Dios providente y salvador, todo cambia. Todo ocurre para bien y todo apunta a la salvación de la humanidad. Recemos para que no se repitan los grandes errores y crímenes humanitarios que asolan de vez en cuando, casi periódicamente, este mundo. Y para que todo, incluido este ataque del covid19 sirva, en definitiva, para incrementar el bien, aunque seamos incapaces, por ahora, de verlo.