Llega el frío y la lluvia con el otoño y el invierno cercano, y aumenta el tiempo disponible para la lectura, la reflexión o el sencillo ojear viejos libros... Así anda Cefas estos días leyendo a ratos un par de libros de divulgación sobre temas de Física, uno es La partícula divina de Leo Lederman ( Nobel), y el otro, de Lee Smolin, Las dudas de la Física en el siglo XXI. Lo hago en un intento por comprender la situación actual de las ciencias físicas, y la posible desaceleración en el aluvión de descubrimientos que se venía produciendo en épocas anteriores. Supongo que, a medida que se van resolviendo problemas, se produce y refuerza esa mala costumbre de la Naturaleza de asociar a cada solución una buena batería de nuevas cuestiones, con lo cual, lo que nos aseguramos, es que vamos a tener más asuntos que estudiar. Por lo que leo, parece que , solo tal vez, la Física de partículas, que tanta gloria ha dado a tantos estudiosos, se vuelve cada vez más difícil, entre otras cosas por la dificultad de acomodar las nuevas en los grupos de las anteriores, y las extremas energías que necesitamos para los nuevos proyectos. Por otra parte, y en lo que respecta a la Física cuántica, tengo una duda o una sospecha. La Física clásica establece sus teorías y, en nuestro mundo macro habitual, funcionan sin grandes desvíos, cómodamente. Sin embargo, la Física cuántica parece ofrecer soluciones interesantes, casi milagrosas a veces, pero casi siempre en el límite entre la lógica y la paradoja, entre la norma y la excepción. Efecto túnel, por ejemplo: no debe ocurrir, no ocurre en la Física clásica, pero en la cuántica a menudo sucede, y entonces lo aprovechamos para algún nuevo invento. El método equivale a tener una enorme población de autistas y, de pronto, descubrir que algunos de ellos son matemáticos increíbles, y los aprovechamos para elaborar teorías jamás imaginadas. O una enorme población de bacterias tóxicas entre las que, una de cada mil billones, es devoradora insaciable de sus congéneres, lo que aprovechamos para un nuevo antibiótico. Puede ser lo que ocurre en el efecto túnel: hay tantas partículas disponibles, 10E20 puede ser un número normal enseguida, que algunas de ellas se comportan como zombies, y esas son las que aprovechamos para algo. Sería como haber descubierto la ciencia del aprovechamiento de la excepción. Vayamos a Young: ahí luchamos contra la paradoja de algo que parece pasar por dos sitios a la vez cuando solo dispone de uno, o que "sabe" que lo estás observando, o lo estás contando, uno, dos, tres... o que "sabe" que acabas de cerrar una vía que estaba antes abierta e incluso, en algunos experimentos, que antes de circular por un cable, la partícula "sabe" lo que has puesto más adelante... Otro aspecto curioso es el comportamiento de la luz, los fotones, en la reflexión parcial, y así una serie de incógnitas y misterios que parecen desafiar a nuestra querida lógica, en la que fundamentamos los humanos nuestra confianza en nosotros y nuestros saberes. Cuando el científico me asegura que un ordenador cuántico procesa a la vez todos los estados posibles entre 0 y 1 mientras su socio, en el estudio de al lado, asegura que envía instantáneamente una información cifrada al otro lado del mundo, me entra una marea de dudas, incluida la duda de si la duda tiene vida propia. Pero la principal de ellas es si esta nueva ciencia no estará aprovechándose del hecho de que, en general, maneja tan enormes cantidades de datos que puede a veces, o a menudo, bastarle con utilizar para sus fines tan solo las excepciones o, dicho figuradamente, los fotones ciegos que circulan entre los demás o los electrones sin carga o los quarks descoloridos. En resumen, que si funciona, si lo podemos usar, lo declaramos normal, lo hacemos cierto. Claro que para eso se ha creado la función de onda, esa creación matemática que señala probabilidades de hechos en lugar de otras funciones que señalan hechos, y que nos resultan más familiares, creíbles y lógicas... pero es que hay fórmulas matemáticas y leyes físicas tan hermosas que solo por eso ya merecen ser ciertas. Y aún me quedan unas trescientas páginas sobre lo mismo...