Sobre la cuestión 4...
¿ Religiones venenosas?. El apelativo de venenosas es, a menudo , usado por personajes para los que las religiones en general o alguna en particular suponen un serio obstáculo a sus intereses o sus opiniones, pero elevado a la categoría de dogma. "La Religión es el opio de los pueblos", que se atribuye a Karl Max sería la más conocida. Y su fe en que la Religión sería derrotada y reducida a la nada por el movimiento marxista comunista es también, probablemente, la mejor prueba del error de su pronóstico. Instaurada en el mundo la sociedad comunista y con ella la felicidad social , a través de la antigua URSS, ya no habría necesidad de religiones, pues el ser humano se realizaría a sí mismo en el reino de la libertad y la justicia social. Ese mundo feliz, del que la mayoría prefiere salir cuando puede, todavía perdura en países como China, Cuba y algún otro de cuyo nombre no quiero acordarme ...
En los tiempos actuales, diversos movimientos ateístas pretenden también esos mismos objetivos de destrucción del fenómeno religioso desde diversas posiciones y con distintos programas de actuación.
En el tema de este foro " El fenómeno religioso", hemos hecho un pequeño resumen de los caminos recorridos por la humanidad en la búsqueda de una explicación del mundo y un sentido incluso para la propia existencia. Parece lógico suponer que casi todos los seres humanos recorren en sus vidas caminos más o menos ajustados a dichos modelos, y que al final de ellos cada persona elige el que más se le acomoda, le convence o le conviene, desde el ateísmo hasta la indiferencia o la religiosidad más extrema.
Podríamos afirmar que , en cierto modo, la religión, entendida como el sistema de valores y creencias que da sentido y ordena las vidas humanas, resulta de una necesidad más que física, espiritual y mental, que es característica del ser humano, una "enfermedad" que solo ataca a los de nuestra especie...
Ahora bien, la religión y su necesidad no nacen solo de una curiosidad intelectual, que daría lugar probablemente a una humanidad de filósofos y pensadores, sino más bien de la acuciante sensación de infelicidad y la necesidad de responder a las situaciones de dolor, angustia y muerte que nos embargan, a todos y cada uno de los seres humanos en algún momento de nuestras vidas.
Por desgracia, en la búsqueda de respuestas, el hombre las ha ido adoptando de todo tipo y color. Basta recorrer la historia de las religiones para comprobarlo. Encontramos un inmenso abanico, desde algunas aficionadas a dioses y ceremonias de muerte y el exterminio ( aztecas) hasta la placidez beatífica del Nirvana hindú, el politeísmo salvaje del mundo grecorromano hasta el monoteísmo extremo y riguroso del Islam.
Y como ocurre en casi todo lo humano no científico, la mezcla de pensamiento racional y emociones suele dificultar la búsqueda de la verdad. La Ciencia misma, la que usa rectamente la razón buscando la verdad y debe escribirse con mayúscula, nos muestra que encontrar la respuesta a un problema o la explicación de un fenómeno, suele requerir un esfuerzo, a menudo proporcional a la importancia de lo analizado. Y la religión, la respuesta definitiva a la gran pregunta humana ¿ Qué sentido tiene el mundo ? no es ajena a esta dificultad.
Y esas repuestas, a lo largo de la historia humana, han ido llegando en forma de tradiciones, mitos y leyendas de lo más variado, configurando las diversas religiones , de las que han perdurado hasta nuestros días un buen puñado, y entre las que no es fácil encontrar muchos elementos coincidentes. Esa falta de coincidencia en las respuestas anuncia, de antemano, que, o bien el problema tiene muchas soluciones o bien que probablemente la mayoría deben ser erróneas. Ateniéndonos a la eficacia de la respuesta, solo las religiones que proporcionen una explicación razonable del mundo y satisfagan la necesidad de paz y felicidad humana pueden considerarse candidatas a inocuas. En cuanto a las demás, sobre todo si empeoran los síntomas en vez de aliviarlos, podremos calificarlas bien de insuficientes, o discutibles, o sencillamente erróneas y, en sus manifestaciones extremas, incluso tóxicas o venenosas.
Esa toxicidad aparecería cuando el programa de una religión dada , lejos de ofrecer una explicación razonable del mundo y de la vida humana, su origen y sus fines , carezca de lógica , contradiga los principios racionales que sustentan nuestra actividad mental , no ofrezca un marco de derechos y deberes que regule adecuadamente las relaciones humanas y en general, empeore la situación de los que la siguen.
Así, el paganismo romano, poblado de diosas y dioses, uno para cada función, muestra ese desvarío absoluto, donde caben todo tipo de aberraciones, y hasta el ser humano desciende a la categoría de cosa con la esclavitud. Otras situaciones , más o menos parecidas , y hoy aún vigentes, nos darían pistas para formar nuestro propio criterio sobre toxicidades religiosas en diversas partes del globo. Así, nuestra respuesta es, en parte, afirmativa, pero no aplicable a todos los casos. Pero igual que ocurre con los grandes problemas científicos, la respuesta al tema religioso , aún siendo necesariamente única la solución perfecta, admite probablemente acercamientos parciales, en sistemas religiosos donde el ser humano consigue acercamentos más o menos eficaces a la Religión perfecta, entendiendo Religión como el sistema de creencias y valores que relaciona al Hombre con su Creador, su Origen o su Causa, según cada sistema. Si ofreciéramos un símil médico , las religiones serían medicamentos para la infelicidad humana esencial, entre los cuales existe uno que la cura radicalmente , otros presentan más o menos contaminación y, finalmente, hay un grupo claramente tóxico. Pero no deja de ser sólo un símil.