".. al crear un mundo como el nuestro" , terminaba mi mensaje anterior. Hablábamos en él de las condiciones iniciales, las de contorno y, ahora tenemos que citar otras nuevas, previstas o no, las condiciones sobrevenidas, que serán las que aparecen a lo largo del desarrollo, condición que , viviendo en el espacio tiempo, podemos comprender con facilidad. Hay casos, y cito uno real en el que el proyecto, un edificio en el que iba a situarse una determinada industria, fue edificado de acuerdo a los planos y cálculos realizados por un técnico competente. Todo fue bien, el proyecto estaba bien calculado, pero en un determinado momento, una pequeña zona del terreno sobre el que se construía se descubrió que albergaba, oculto, un vertedero de residuos, que la hacían incapaz de soportar las cargas del edificio. Hubo que parar la obra, determinar las nuevas condiciones, reelaborar cálculos y planos, derribar una parte y volver a edificarla de acuerdo con esas nuevas condiciones sobrevenidas. Todo eso causó pérdidas importantes y largos procesos para determinar responsabilidades... Esto es bastante habitual en la vida real y es raro el proyecto complejo que no ve encarecer su coste por efecto de condiciones aparecidas durante los trabajos. En el caso que nos ocupa, el proyecto del mundo desarrollándose en un espacio tiempo era excelente, un mundo feliz donde cada parte cumplía perfectamente su cometido y la armonía quedaba garantizada. Pero este proyecto iba a realizarse en un medio ambiente en el que los actores gozaban de libertad de acción, podían moverse, tomar sus propias decisiones y adoptar diversas posiciones y valores, pues habían sido creados libres ( éramos los seres humanos), y si no se quiere coartar esa libertad, las posibilidades racionales de reacción ante esas posibles condiciones sobrevenidas , y la consecuente modificación del proyecto inicial van a ser forzosamente limitadas. Aún así, podemos vislumbrar algunas, al modo como las adoptaríamos nosotros en tales casos: 1.- Rechazar el proyecto global , derribar lo edificado y empezar de nuevo en el mismo o en otro lugar si se precisa, 2.- Modificar parcialmente lo realizado y adoptar algunas medidas para intentar minimizar los daños, 3.- Adaptarse a las condiciones nuevas dejando el proyecto incompleto y continuando como buenamente se pueda ... todas ellas soluciones en las que el resultado siempre resultará parcial e imperfecto , así que imaginemos una más, la 4.- Si contamos con el ingeniero o arquitecto mejor calculista y más previsor posible, léase Dios, para el que todo es presente, no solo conocería las condiciones iniciales sino las que iban a sobrevenir, el terreno al detalle y todos los componentes e incidentes, así como las soluciones que, en su providencia, acometería. Nuestro técnico sí sabía que lo creado era bueno, pero respetaba la libertad de los seres creados. Sabía que esa libertad sería mal usada y el terreno se tornaría peligrosamente suelto e incluso aparecerían saboteadores libres, con el ánimo de parar las obras y dañar el resultado, pero seguiría respetando la libertad. Y solo él conocía la fórmula perfecta para remediar el descalabro aparente y tornarlo en el proyecto final perfecto, como corresponde a su perfección absoluta, lo entendamos o no. De hecho no entendemos gran cosa sobre el funcionamiento íntimo del mundo físico, aunque nos esforzamos en ello, de modo que tampoco es tan extraño que no comprendamos las razones de Dios en la realización de sus proyectos.
La forma en que Dios ha conducido al mundo en medio de los problemas que todos conocemos y padecemos a veces, nos resulta difícil de comprender o, incluso, justificar desde nuestra limitada visión. Sin embargo, tal vez un ser libre caído en el mal no pueda ser reconducido al bien por otros caminos más eficaces , adecuados y respetuosos de su libertad que la aceptación del sufrimiento , el esfuerzo y, finalmente, el amor. De hecho, experimentamos cada día los efectos beneficiosos de esos tres elementos en el desarrollo personal de los seres humanos , mientras ponemos el deseo en la posesión de bienes y el poder , que creemos los talismanes de la felicidad.
Nuestro gran técnico debe saber muy bien el camino a seguir, y aquí estamos, rodeados de sufrimiento, no siempre ciertamente, de dolor a veces, y muerte, pero reconfortados en la confianza de que son los mejores métodos para lograr nuestra finalidad última, porque todos ellos no son otra cosa que los que dicta el amor que Dios tiene a su creación, a los seres humanos. Igual que, escribía ayer, un padre que deja sufrir un poco a su hijito para que ese pequeño personaje sepa qué le conviene y cómo debe enfrentar los desafíos que la existencia va a ir poniendo al buen uso de su inestimable libertad.
Es cierto que determinadas situaciones no pueden ser explicadas de una en una, como tampoco somos capaces de entender , como decíamos, el funcionamiento íntimo de todas las cosas, pero sí que podemos atisbar que, en la economía global del cosmos, la providencia de Dios debe guiar todo hacia él por el amor y en el amor, demostrado básicamente en el hecho de la creación.