La hepatitis C, esa insidiosa variedad de hepatitis, ya saben, inflamación patológica del hígado, parece que tiene los años contados. Una nueva familia de fármacos han puesto cerco al virus culpable y los médicos confían en terminar con él en pocos años. Y hasta aquí , todo buena noticia. Pero como la buena noticia en estado puro no existe, según parece, veamos la parte oscura, la cruz que casi nunca falta. El problema es el costo de la campaña. Hace unos días, en una entrevista televisiva, el experto recordaba unos datos que la gente olvida a veces, sobre todo a la hora de exigir un tratamiento universal, rápido y gratuito. Según esa fuente, el tratamiento para un enfermo viene a costar unos 40.000€ (cuarenta mil), y los enfermos en nuestro país ( España) podrían ser , el dato exacto no importa, cientos de miles, pongamos medio millón. Eso supone un gasto de veinte mil millones de euros... ¿ Quién y cómo pagarlos ?. En una sociedad en la que todo se reglamenta y se controla, incluido el estado de las puertas de los ascensores, el aislamiento térmico de las viviendas que se alquilan , las máquinas agrícolas, las placas solares que usted instala en su casa, y mil detalles más de la vida diaria, el ciudadano exige, en justa reciprocidad, que papá Estado, que pronto nos cobrará hasta para garantizarnos aire puro, vele por nuestra salud desde el nacimiento hasta la muerte. Y así, en cuanto surge un nuevo medicamento, los afectados no piden , exigen su aplicación inmediata, cualquiera que sea el coste. Y las empresas que han desarrollado el medicamento y pagado los gastos de investigación lo saben. Y esa es la cruz de la buena noticia, y la cuestión práctica, como en otras ocasiones. Hasta dónde se puede llegar a pagar y cobrar impuestos para lograr la salud.