El mundo macroscópico, sin duda, está estructurado de modo que responda positivamente a los requerimientos de leyes y normas bien conocidos y expresables con la lógica matemática que viene incluida en nuestra dotación genética. Tiene una estructura lógica. El mundo cuántico, que parece funcionar perfectamente mientras no lo manipulamos u observamos, en cuanto lo hacemos parece seguir sus propias normas y una extraña y a veces paradójica conducta. Ese contraste nos permite conjeturar que el mundo macro, geométrico y matemático, blanco, puede estar confeccionado con ladrillos negros , los imprevisibles cuantos. Ahora bien, si en el macro existen leyes, blanco, y estuviera compuesto de cuantos esencialmente negros, desorganizados, no habría lógica alguna que pudiera obligarnos a aceptarlo. Solo queda la posibilidad de que los micros funcionen normalmente, blancos, sujetos a leyes y normas, en ciertos momentos y estados y adopten la forma o estilo de anormalidad , negros, en el resto de situaciones, como las que hemos citado. Curiosamente, las situaciones paradójicas se dan , o se encuentran, solamente cuando se observan, manipulan o se intervienen procesos donde los micros son actores esenciales. Los hechos ocurren como si , pongamos el ejemplo de Young, el fotón emitido supiera de antemano que voy a activar un detector al final del circuito, donde llegará en diez milisegundos, y tenga que decidir, cuando lo active, a una micra de la pantalla, interferir consigo mismo. La lógica nos obliga a admitir que el fotón debe incorporar la información antes de tomar una decisión, que no puede hacerlo en un universo con una flecha del tiempo conocida y que no tiene capacidad para realizar esa elección siendo, como sabemos, una oscilación electromagnética. Y al ser él incapaz, la decisión debe partir de otro órgano de mando y control. La única posibilidad es que algo o alguien decida por él. La situación es parecida a la que se plantea con la famosa pregunta: Brilla en el cielo la luna cuando nadie la mira?, que es parecida a preguntar, ¿ Va el fotón por una o dos ranuras o uno o dos conductos cuando circula mientras yo dudo si pulsar o no el mando del detector ? Una respuesta lógica es: el fotón circula en modo espera, gris, mientras dura mi estado de indecisión, y cambia a negro o blanco en cuanto yo decido o bien mirar a la luna o apretar el mando del detector. Pero yo no puedo, con la misma lógica matemática presente en el mundo macro, ser el actor de semejante bilocación, pulsar a la vez el mando mientras mi superego o algún ente cerebral mío modifica la marcha del fotón. El actor necesario del prodigio dual debe ser inteligente, para comprender todos estos hechos y poderoso para actuar. Y saber cuándo hacerlo, probablemente solo cuando alguien observa, cuando alguien actúa, cuando alguien manipula, cuando el humano, libremente, influye en su entorno. Y aquí entramos en el núcleo, en el agujero negro de la mente científica, que puede editar dos soluciones: 1.- En el futuro la ciencia descubrirá la respuesta lógica adecuada. y 2.- Existe la mente y el poder de alguien que controla y permite el uso y abuso de la libertad humana mediante el control de los micro en nuestras acciones macro. Tanto la respuesta uno como la dos requieren la aceptación de sendos dogmas incompatibles. La uno nos remite al futuro sin darnos respuestas lógicas al presente. La dos responde al presente y al futuro, y a la lógica que gobierna el mundo macro, que siempre obedece. Sopese y elija. Yo sospecho, sin estar seguro del todo, que la luna brilla cuando nadie la observa, porque nadie no existe, siempre hay Alguien que puede estar mirándola. Es una explicación sencilla, tan sencilla, acogedora y bella que debe ser verdadera.