Viendo lo que ocurre en nuestro entorno científico actual, se observa cierta tendencia a atribuir al azar todo aquello para lo que no tenemos explicación. Incluso en la mecánica cuántica, donde no hay explicaciones para casi nada, y el casi lo pongo por poner algo entre para y nada, en esa naciente ciencia, por cierto rematadamente funcional, las cosas parecen ocurrir por motivos desconocidos. Es como si las partículas cuánticas pudieran funcionar a voluntad… Ahora soy onda e interfiero y además interfiero conmigo misma, y ahora, para mayor inri, en vez de caer al fondo de este valle de potencial, y a pesar de estar completamente exhausta, subo esta hermosa colina y bajo hasta el otro valle... Todo ello desconcierta al observados y le tienta, ¿ cómo no ? a pensar que todo funciona bajo un azar que, sabiéndolo inexistente por contradictorio, la ciencia sabe que no es la respuesta. Por eso, cuando la parte racional de Deneb observa algo extraño, algo que funciona fuera o más allá de lo que exige la prudente lógica racional, siempre sospecha que debe haber alguna razón oculta, alguna razón inexplorada o inexplorable, que lo explique.
Uno de los fenómenos no físicos, si no humanos, que se asemeja a estos ejemplos, es la explosiva difusión del nuevo lenguaje, la nueva moral neosexual (neologismo), y su imagen social, representada en los ya muy conocidos grupos LGTBI. Y Deneb se pregunta de dónde han surgido tantos humanos pertenecientes a estos colectivos y de dónde ha surgido ese nuevo punto de vista que hace que se consideren no solo normales, en el sentido habitual del término, sino sujetos de todos derechos que se han venido atribuyendo tradicionalmente a los miembros humanos del grupo H ( heterosexuales ), grupo que, curiosamente, queda excluido de dicha clasificación. Atribuirlo al azar, no es posible. Por eso, Deneb ha sufrido , una vez más, la tentación de buscar alguna razón que de razón de ello. Y a falta de otras, más o menos, más bien menos, válidas, empieza a decantarse por una razonable a primera vista. Tratándose de una verdadera revolución social, e incluso conceptual y religiosa, hemos de buscar una causa razonable, hasta donde en estos asuntos es válido lo de razonable, que justifique al menos los rasgos más notables del fenómeno.
Y aunque Deneb debe estar un poco conspiranoico estos días, y convaleciente aún sin duda del trauma de la aparente azarosidad de los números primos, se ha topado de pronto, con una posible explicación. Doce letras en una sola palabra, inspiración o aspiración hibridada con colaboración. Conspiración. Tal vez no sea real, o ni siquiera cierta, pero veremos, espero, cómo puede dar razón de tanto movimiento. En cualquier caso, puede ser tan solo otra teoría más, falsable como todas.