Imaginando... Ando estos días a vueltas, mentalmente, con la Inteligencia Artificial, ese ente del que casi todo el mundo habla y del que solo unos pocos afortunados, intuyo, saben algo. Un día sí y otro también surgen noticias relacionadas con su aplicación en muy diversos campos, desde el juego a la biología, la estadística, las armas y, prácticamente, la mayoría de las áreas del conocimiento humano. Y traigo esto a colación porque este verano pasado he sufrido una invasión de hormigas desde un terreno próximo a mi vivienda. Una especie minúscula de tres mm de longitud se ha aposentado a lo largo de un muro próximo, de separación entre fincas, con cientos de hormigueros en toda su longitud. Desde allí, en largas hileras, las hormigas invadían bajos y garajes y cubrían permanentemente todos los sectores cultivados en un amplio terreno, y apenas había planta que no tuviera en sus hojas, en sus tallos o en el entorno de su tronco algunos ejemplares realizando tareas cuyos detalles se me escapan. Y, sin duda, todos aquellos ejemplares estaban realizando las labores que Su Pequeña Majestad, la Hormiga Reina, les había asignado, al parecer por vía de las hormonas y marcadores químicos que es capaz de controlar y distribuir adecuadamente entre sus fieles operarias. Y observando cómo la tecnología actual influye y, a veces, domina nuestra diaria actividad, empiezo a sospechar que la más compleja y tal vez importante o incluso definitiva expresión del conocimiento tecnológico será la inteligencia artificial, no la actual, aún demasiado joven e inexperta, sino la madura, organizada y auto protegida IA del futuro imperfecto que nos aguarda... Si ahora la estampa habitual en las grandes metrópolis humanas es la persona que cruza un paso de peatones indiferente al tráfico, con la mirada clavada en el móvil, uno se pregunta si el móvil no terminará por constituirse en el apéndice necesario del cerebro, órgano que hasta ahora ha sido es el controlador máximo de nuestra actividad. Si el futuro móvil o lo que le sustituya, tal vez un chip implantado, consiguiera dominar y dirigir casi todo, mediante una inteligencia artificial soberana y mundial, uno puede imaginar una humanidad bien distinta a la tradicional, donde la individualidad, la libertad personal, la variedad en las opciones, desaparecería en gran parte y todo, absolutamente todo, tal vez incluso hasta el tiempo atmosférico, acabaría fijado o al menos controlado por una inteligencia artificial Dueña y Señora de la humanidad, que fije, dicte, exija y premie o castigue hasta la última de las acciones de cada individuo, la que programe su actividad diaria, hora de levantarse, hora de comer, hora de descansar, hora de trabajar, dónde, en qué y todas las actividades y detalles que conforman el diario quehacer . La humanidad sería entonces un inmenso hormiguero cubriendo gran parte de la tierra, para gloria y honor de una entidad que habitaría probablemente oculta a un kilómetro bajo la superficie de la tierra, en un gigantesco hangar, donde sería alimentada, servida y ayudada por los desafortunados humanos destinados a tal fin . Si hoy se escribiera una novela sobre este tema, retomaría actualizado el texto de "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, que en su momento ya se percató de los peligros y posibilidades, o viceversa, de la ciencia a la hora que modelar una supuesta civilización, en un futuro que hoy, al acabar el año 2022, se muestra peligrosamente cercano. Y no sean demasiado optimistas, sean precavidos, y recuerden al menos un detalle: cada vez se nos pide más a menudo que demostremos que no somos un robot.... Incluso este mensaje podría estar escrito por uno de nosotros.