En la España de los últimos decenios, y casi de toda la época de la Constitución de 1978, se ha dado un hecho singular, la presencia notable de ex sacerdotes o religiosos en el ámbito de la política, tanto en los órganos de gobierno como, aún más, en los órganos legislativos. Tanto es así que, años atrás, comentándolo con un clérigo, éste me dijo que le admiraba ver en el parlamento regional del que hablábamos, tantos ex curas compañeros suyos. Supongo que la formación religiosa recibida, cristiana, les impulsaba a hacer realidad en la sociedad las enseñanzas recibidas, tanto las referidas a la promoción del bien común como, tal vez más aún, la idea cristiana del reparto y comunicación de la riqueza individual. Aunque ahora haya decaído esta presencia, aún es frecuente encontrar aquí y allá algunos ejemplos remanentes de estos hechos. Lo más curioso del caso, al menos desde mi percepción, es que el socialismo me ha parecido siempre la opción más elegida por esas personas para albergar y dar cobertura a sus planteamientos. Pero ocurre que ese socialismo, cristiano en parte, que renunció taxativamente al marxismo al incorporarse a la vida política legal. parece haber perdido desde hace un par de legislaturas, el barniz cristiano, escaso, que aún le quedaba. Tras las ideas socialistas básicas de la exaltación, escasa, del trabajo y la necesidad de repartir la riqueza, convertida en idea única, le ha seguido últimamente la adopción de un ateísmo y anticlericalismo cada vez mas evidentes. Las últimas leyes de educación aprobadas parecen abundar en esta dirección, haciendo de las clases de Religión, al menos la católica, algo residual, sin valor académico, y de sus contenidos algo ignorado en todos los demás planteamientos. Una ciencia escasa y desprovista de todo fundamento religiosos e incluso filosófico parece planear sobre la estructura diseñada. Se busca barnizar la ignorancia con una asistencia a la escuela obligada, un buenismo que intenta reducir el esfuerzo del aprendizaje a la mera asistencia y, aunque no finalmente por desgracia, hacer de la educación sexual, entendida como libertad absoluta , el leitmotiv de todo el proceso vital. El resultado, tras un par de decenios de prueba, empieza a verse en la sociedad. Cohortes de adultos jóvenes con escasos fundamentos profesionales, más aptos para trabajos sencillos que para labores técnicas o humanísticas de mediana o gran altura, pueblan nuestras ciudades. Educados para llevar una vida plácida y placentera, no son capaces de producir los bienes de los que disfrutan. Con mentes del siglo XIX, cuatro operaciones, cinco datos históricos mal resumidos y escasa capacitación profesional actualizada , intentan y reclaman vivir rodeados de medios y lujos que solo pueden producir gentes con capacidades técnicas y humanas muy superiores. La televisiones , casi todas, presentan un modelo de vida que incluye casa con calefacción de gas o eléctrica, garaje con automóvil, dos mejor que uno, móvil de calidad desde los trece años, tv en 8K , salida diaria con amigos, comidas en restaurante los fines de semana, suscripción a red óptica, laptop, vacaciones de verano con viajes incluidos, seguros médicos y deportivos, fiestas y festivales de música periódicos, y un etcétera que probablemente no es tan reducido como puede parecer. Este ritmo de vida y consumo no es posible en una sociedad y un país con escasos recursos naturales, de suelos pobres en general y consumidos por lo que en otros tiempos se llamaba la pertinaz sequía, en el que casi el 30% no supera los estudios obligatorios, o los supera solo gracias a las facilidades, a veces absurdas, para conseguirlos, y que tiene que constituir, por la mera fuerza de su número, una rémora para el resto. Por otra parte, gran número de jóvenes bien dispuestos, llega a niveles de formación superiores, pero , por falta de opciones de trabajo, acaba emigrando a otros países, llevándose consigo el esfuerzo propio y el de sus conciudadanos financiando universidades y estudios...
Y es este panorama sombrío, los gobernantes, en la más pura línea de socialismo absoluto, solo hallan dos salidas: mantener ese estilo, que les garantiza ese 30% de población que debe sobrevivir a base de ayudas y subvenciones y cargarse, en realidad cargar a sus gobernados, con una deuda externa impresionante, que supera ampliamente el PIB anual. Pero ni ese 30% ni muchos otros terminan por entender que deberán trabajar más de un año simplemente para poder pagar esa deuda, cuyos intereses anuales ya están agobiando al país . Mientras tanto, el gobierno de turno mantiene un sistema educativo que no valora el esfuerzo, ningunea a los padres, rechaza su derecho a educar a sus hijos, dificulta la libertad de elección de centro, cerca económicamente a los centros concertados que no aceptan esas líneas de acción, eterniza los problemas, mantiene de facto las cuotas de ciudadanos de baja productividad y lo sazona todo con un manejo publicitario que procura justificar todos sus actos bajo una capa invisible de solidaridad, tolerancia y respeto, que a menudo sin explicar, justificar ni aplicar, constituyen las grandes virtudes ateas del momento. Mientras tanto, los cristianos, erre que erre, siguen su callada labor de trabajo y ahorro , que es trabajo más allá de cubrir necesidades, y ayuda a unos y otros. Dos visiones de la vida y del mundo dispares. Aquel año 1978 va quedando cada vez más lejos, aquellos pocos curas y ex curas que anduvieron legislando ya murieron y nada parece ser lo que era...