Tres años después de ejecutar el primer vuelo en otro mundo, el pequeño helicóptero Ingenuity, que viajó a Marte encerrado en la nave Perseverance, mil días después, mucho más tiempo de lo esperado. ha concluido su misión, al averiarse en un "amartizaje" y romper alguna de sus palas. Volar en una atmósfera tan poco densa como la marciana, era un reto al que no se sabía bien cómo iba a responder su tecnología, pero respondió mucho mejor de lo esperado y sus continuas idas y venidas, su revoloteo, casi como el de un pajarillo, en torno de su nave nodriza Perseverance, lo convirtieron a menudo en el personaje más ameno del escenario marciano. Ahora descansará en el cráter Jezzero, por donde ha revoloteado casi a diario, y solo Dios sabe cuándo, si llega, una expedición futura de humanos recogerá sus restos para, seguramente, devolverlo a la Tierra y colocarlos en algún futuro museo sobre la colonización de Marte. Fue hermoso mientras duró, una pequeña alegría durante estos días repletos de pandemias, guerras y sobresaltos. Casi casi nos gustaría poder decir ese descanse en paz que pronunciamos quienes creemos en la vida más allá de la muerte. Y, al menos hoy, damos gracias a Dios por una humanidad, o una parte de ella, capaz de hacer cosas buenas bien y más duraderas que lo que suele ser habitual. Supongo que es la misma porción de humanidad que hizo las Voyager y tantas otras otras invenciones, de la rueda a las vacunas, que facilitan y embellecen la vida y el funcionamiento de esa inmensa máquina que llamamos mundo.